En los buenos tiempos, era donde íbamos a divertirnos, y en los malos tiempos, se convirtió en una especie de santuario para mi hermana y para mí. Un lugar donde empecé a comprender lo que significaba realmente la comunidad.
Treinta años después, no me extraña que, en momentos difíciles, viniera a la YMCA como mi refugio. Siendo madre soltera en aquel entonces, venía aquí no solo por mi bienestar físico, sino también mental e incluso espiritual.
Sé que nunca lo habría logrado si no fuera por el apoyo y las relaciones que cultivé aquí. Llevaba a los niños a Child Watch y estudiaba para los exámenes, hacía ejercicio y asistía a una clase de meditación.
“Mis hijos también han sido muy afectados por la YMCA. Mi hijo recibió una beca para el programa preescolar de aquí. Tiene algunos retrasos en el desarrollo y necesidades especiales, y el apoyo y el amor que recibimos de la YMCA han tenido un gran impacto en mi familia.
Estoy muy agradecida por todo lo que la YMCA ha hecho por mí y mi familia. Y ahora que me gradué, también soy médica de salud mental, así que siento que, gracias a todos los valores de servicio y a ese sentido de comunidad, ahora puedo contribuir a mi comunidad.
— Megan, miembro de la YMCA de la familia Ryan
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